Al hablar de violencia sexual, nos invita hablar no solo sobre quien comete una agresión, sino también de la persona afectada o sobreviviente de hecho, pues tiene repercusiones en todos los aspectos de su vida, y se deben comprender y visibilizar los daños y el sufrimiento que provoca a nivel físico, sexual y psicológico.
Es relevante reconocer que este tipo de delitos se dan bajo un orden de género socializado históricamente por varones, quienes asumen una relación jerárquica con las mujeres, la propiedad sobre sus cuerpos, reducidas a objetos sexuales, la culpabilización de las mujeres, la muestra del deseo masculino como incontrolable, entre tantos motivos.
Las personas afectadas por violencia sexual luego de vivir este tipo de daños presentan dificultades de salud mental en las relaciones con otros, perdida de lazo social, agobio y angustia entre otros sufrimientos que afectan su cotidianidad y, todos los ámbitos de sus vidas requieren de procesos de reparación.
Un enfoque para conseguir la reparación es la justicia restaurativa en la cual el foco no es solo accionar un castigo al agresor, sino que abordar la atención y las acciones desde una mirada integral que sitúe en el centro a la persona afectada, reconociendo y validando sus propias necesidades.
Para lo anterior, es esencial la colaboración de distintas entidades y sistemas, junto con un trabajo interdisciplinario con un enfoque de género y de derechos humanos, con el fin de buscar posibilidades de reparación bajo la entregar de, asistencia médica, intervención en crisis para un soporte psicológico de contención, intervenciones sociales, apoyando a las personas en la gestión de apoyo social y comunitario, junto con mecanismos de protección, acompañamiento legal junto con un optimo seguimiento del proceso y su respectiva retroalimentación.
Por otro lado, es necesario que se logre ejecutar un trabajo de prevención con niñas y niños y juventudes mediante dispositivos socioeducativos para el reconocimiento y problematización de las relaciones de género y la violencia, junto con la promoción de practicas de cuidado para la responsabilización colectiva.
Macarena Quilabrán Meneses. Escuela de Terapia Ocupacional. Universidad Andrés Bello